Nos habéis preguntado por un supuesto estudio internacional que confirmaría una supuesta relación entre la COVID-19 y la exposición a radiación inalámbrica, a raíz de un artículo publicado por la Plataforma Ciudadana para la Investigación Judicial del Sector Eléctrico (QAE). QAE es un grupo de denuncia colectiva contra la tecnología 5G y se hace eco de esta supuesta investigación que, sin embargo, no aparece ni enlazan en el texto. Como ya hemos explicado en Maldita Ciencia, no hay ninguna evidencia científica de que el coronavirus esté causado por la tecnología 5G ni esta empeore una infección por SARS-CoV-2.
“Una vez más, la supuesta plataforma nos sorprende con un texto sin ningún rigor. No existe ninguna evidencia que avale este tipo de afirmaciones”, aclara a Maldita Ciencia Alberto Nájera, profesor de la Universidad de Castilla-La Mancha y vocal del Comité Científico Asesor en Radiofrecuencias y Salud (CCARS).
La autora del “estudio” es Beverly Rubik, conocida por promocionar diferentes pseudociencias
Desde el inicio del artículo de QAE se hace referencia como figura de autoridad científica a Beverly Rubik, responsable del supuesto estudio y, en teoría, catedrática de Biofísica desde 1979. Ahora bien, como apunta Nájera, “obvia decir que es profesora en la autodenominada ‘Universidad de Medicina Energética’, que se define en su propia web como una “Academia de medicina de la intuición”. Además, este documento no se trata de un estudio revisado por pares o publicado en una revista científica, sino un preprint de OSF Preprints, una “plataforma abierta y gratuita” en la que “cualquier investigador de cualquier campo puede compartir su trabajo”, según la propia web.
La Academia de la Intuición a la que pertenecería esta supuesta “universidad” no se encuentra vinculada a ningún centro docente. Además, el “profesorado” está compuesto por especialistas en sueños extraordinarios, imposición de manos, bioenergía, medicina energética, Fengh Shui, radiestesia y todo un catálogo de pseudoterapias.
Rubik, además, es presidenta y fundadora del Institute for Frontier Science y es conocida por vincular objetos, energía y, supuestamente, salud. En definitiva, un abanico de pseudociencias que la propia autora recoge en su web personal, donde se define como pionera de la medicina no convencional.
“A pesar de que la web del instituto enlaza supuestos artículos científicos, estos están publicados en conocidas revistas predadoras que no garantizan ningún proceso de revisión por pares ni calidad de las investigaciones: se paga y te publican prácticamente cualquier cosa”, refresca Nájera quien además aclara que, por tanto, ni la web que recoge el texto, ni la autora del supuesto estudio al que apela tienen ningún rigor ni fiabilidad científica y sí una reconocida trayectoria pseudocientífica.
No hay evidencias de que las radiaciones de los teléfonos móviles afecten a las células humanas
Entre las conclusiones del supuesto estudio que en ningún momento enlaza el artículo de la plataforma QAE, se recoge que, desde 2014, Rubik ha estado investigando los efectos que tiene la radiación de los teléfonos móviles en las células humanas y que “la sangre cambia negativamente por la radiación inalámbrica”. Esto, a lo largo de todo el texto, se asume como consecuencia real de la COVID-19.
Sin embargo, no hay evidencias de que la radiación de los móviles provoque problemas en la sangre (ni en la salud, en general). A esta misma conclusión llega una revisión publicada en el boletín de la Organización Mundial de la Salud (OMS), que concluye que no hay evidencias de que la exposición a campos electromagnéticos de radiofrecuencia de estaciones base de telefonía móvil provoque daños en el organismo.
Neumonía habitual VS. neumonía por COVID-19: la diferencia no reside en que la sangre “no fluya”, como afirma el texto
Además, tanto el texto de QAE señala que la neumonía que se produce en relación a la COVID-19 no es como la neumonía clásica, sino que es la consecuencia de que la sangre “fluye mal”. “Las células sanguíneas no son capaces de absorber el oxígeno adecuadamente, se produce una neumonía y el paciente puede morir por asfixia si no se toman medidas rápidas”, afirma. Esto no tiene nada que ver con lo que las evidencias científicas saben sobre las neumonías provocadas por el virus SARS-CoV-2. En Maldita Ciencia ya explicamos por qué el 5G no "absorbe el oxígeno allá por donde penetra".
Es cierto que la neumonía “habitual” no es idéntica a la ocasionada por este virus, pero esto no tiene nada que ver con lo propuesto por Rubik.
La verdadera diferencia es que, en lugar de infectar rápidamente grandes regiones del pulmón, tal y como hace la neumonía convencional, el SARS-CoV-2 se instala en múltiples y pequeñas zonas de este. A partir de ahí, el virus “secuestra” las propias células inmunes de los pulmones y las usa para propagarse por el pulmón durante un largo periodo de tiempo. Los investigadores del estudio que confirma este proceso de infección, publicado en enero de 2021 en la revista Nature, lo comparan con un incendio forestal. Es decir, la COVID-19 sería como un foco que origina otros lentamente. Esos otros focos serían los otros órganos que se ven afectados por el virus, como los riñones, el cerebro, o el corazón.
Como argumento para sostener esta y otras afirmaciones similares sobre el supuesto efecto de las radiaciones electromagnéticas en nuestro cuerpo, se hace referencia a supuestos informes “sobre trabajadores que se enfermaron cuando instalaron o estuvieron expuestos a radiación electromagnética”. Hay que recordar una vez más que los informes de casos concretos y los testimonios no son evidencias científicas.
“Ni esta ni otras afirmaciones como que la exposición a campos electromagnéticos de radiofrecuencia interfiere con funciones fisiológicas, conductuales o psicológicas es cierta”, indica Nájera.
La COVID-19 tiene su origen en la infección por el virus SARS-CoV-2: ningún sistema de comunicación inalámbrico está involucrado en su transmisión o síntomas
Cuando el artículo de QAE comienza a hablar del supuesto estudio como tal, hace un recorrido sobre los síntomas y consecuencias achacados a la infección por SARS-CoV-2 alegando que “todo apunta a que la causa de la enfermedad es más de naturaleza bioquímica que de virus”. Esto no es cierto: se sabe que la COVID-19 sí está causada por el virus SARS-CoV-2, no por radiaciones electromagnéticas
El texto recoge otras afirmaciones, como que “los organismos son seres electroquímicos y ante una radiación de baja frecuencia de sistemas de comunicación inalámbricos como antenas de teléfonos móviles, estaciones base, WiFi, teléfonos móviles, etc. pueden interferir con muchas funciones fisiológicas, desde niveles moleculares hasta celulares, fisiológicos, conductuales y fisiológicos”. Tampoco hay ninguna evidencia de que esto sea así. Como ya explicamos en Maldita Ciencia, las evidencias disponibles actualmente, que son abundantes (unos 25.000 estudios científicos en los últimos 30 años según la Organización Mundial de la Salud) indican que la exposición cotidiana a los campos electromagnéticos de baja intensidad no parece tener efectos sobre la salud.
Nájera califica esta y el resto de las afirmaciones que relacionan las radiaciones electromagnéticas con síntomas propios de la COVID-19 como falsas: “El texto se basa en las creencias de la señora Rubik de que la energía de la naturaleza está en sintonía con supuestas frecuencias que interactuarían con nuestras células, lo cual es falso, una creencia sin base científica”.
Recuerda que Rubik “ofrece productos de ‘bioregulación’ en su web personal". "Algunos al módico precio de 1900 dólares”, añade.
Las radiaciones electromagnéticas no siempre son inocuas, pero sí lo son a los niveles habituales de exposición
Decir que las radiaciones electromagnéticas son inocuas es falso, porque debemos especificar qué tipo de radiaciones son y a qué niveles se dan. Existen estudios científicos rigurosos que establecen los niveles a los que se producen efectos y agencias independientes que concretan esos límites de seguridad. Por otra parte, hay ciertos efectos que se observan en condiciones de laboratorio, pero que no son extrapolables a condiciones normales.
Ahora bien, en palabras de Nájera “sí podemos decir que, a los niveles habituales de exposición, que están muy por debajo de los límites establecidos, no existe evidencia de que se produzcan efectos sobre la salud humana”.
El 5G no “exacerba la pandemia” ni “debilita la inmunidad del huésped” ni “aumenta la virulencia del SARS-CoV-2
A rasgos generales, la conclusión del texto es que “la radiofrecuencia y la radiación (RFR), en particular la 5G, exacerban la pandemia, por haber debilitado la inmunidad del huésped y aumentado la virulencia del SARS-CoV-2”. Nájera califica este enunciado como absolutamente falso. De nuevo, “no existe evidencia de que esto ocurra y, además, es físicamente imposible”. “Estamos viendo cómo la COVID-19 estos días se está cebando en India, donde la cobertura móvil se limita a grandes ciudades pero la incidencia del virus, no. No tenía sentido hace 12 meses y sigue sin tenerlo ahora”, explica el experto.
“Jugar a descontextualizar o extraer información incompleta con el fin de alimentar el miedo es inadecuado, pero el fin de estos charlatanes, está claro”, afirma el vocal de CCARS. “En este caso, creo que hay que analizar la plataforma y a la supuesta autora del supuesto artículo”.
Según Nájera, el verdadero problema de textos como este es la difusión de pseudociencias cayendo en falsas falacia de autoridad. “Aquí la autoridad en forma de supuesta catedrática es suficiente como para cuestionar toda la información que incluye… eso o ponernos un amuleto en casa y encomendarnos a la medicina de la intuición”, concluye.
*** Este artículo es una colaboración mensual entre Maldita Ciencia y el Comité Científico Asesor en Radiofrecuencias y Salud.