La ciudad francesa de Rennes se convirtió entre el 22 al 27 de junio en punto de encuentro internacional para científicos y expertos en bioelectromagnetismo a través del encuentro internacional BioEM 2025, en el que participo activamente el Comité Científico Asesor en Radiofrecuencias y Salud (CCARS) con la presencia de su director científico, Alberto Nájera, profesor e investigador de la Universidad de Castilla-La Mancha, que presentó en este marco dos nuevos estudios que aportaron datos concretos sobre el aporte de las redes móviles de última generación a la radiación ambiental, incluso en situaciones de alto tráfico de comunicaciones.
En un ambiente distendido pero riguroso, este congreso anual –el más importante en su área– ofreció un repaso actualizado a las evidencias científicas sobre cómo nos afectan en la vida cotidiana las ondas emitidas por antenas de telefonía, WiFi, dispositivos móviles y nuevas tecnologías como el 5G, dejando un mensaje transversal tranquilizador, ya que las investigaciones presentadas continúan indicando que la exposición diaria a campos electromagnéticos de radiofrecuencia (RF) permanece muy por debajo de los límites internacionales de seguridad, y no se han hallado efectos adversos consistentes para la salud bajo condiciones normales de exposición.
En este contexto, varios ponentes subrayaron que, pese al crecimiento exponencial de tecnologías inalámbricas, los niveles de radiación ambiental y personal medidos en distintos entornos siguen siendo extremadamente bajos en comparación con los umbrales establecidos por organismos como la Comisión Internacional de Protección contra Radiaciones No Ionizantes (ICNIRP). Por ejemplo, en una de las aportaciones del director científico del CCARS demostró que en eventos multitudinarios los niveles de señal de telefonía móvil pueden duplicarse durante la aglomeración en comparación con momentos de baja afluencia, pero aun así quedan decenas de miles de veces por debajo de los límites considerados seguros. Este estudio ilustró que el valor más alto registrado durante una gran feria local de Albacete no alcanzó ni el 0,004% del nivel máximo permitido, reforzando la idea de que la seguridad está sobradamente garantizada en escenarios reales.
En cuanto a efectos sobre la salud, las novedades discutidas apuntaron en la misma dirección calmada, de manera que se presentaron resultados de recientes estudios epidemiológicos de gran escala –incluyendo una revisión internacional de decenas de investigaciones– que no encuentran evidencia de mayor riesgo de cáncer u otras enfermedades crónicas asociadas a la exposición prolongada a radiofrecuencias dentro de los márgenes habituales.
En este sentido, la revisión sistemática liderada por el australiano Ken Karipidis, comisionada por la Organización Mundial de la Salud, y publicada este año, destacada durante el congreso, analizó más de 60 estudios sobre uso de teléfonos móviles, exposición a antenas y ocupacional, concluyendo que no hay indicios convincentes de que la radiación de RF incremente la incidencia de tumores en cerebro, glándulas o ninguna otra localización, siempre que las exposiciones se mantengan dentro de los límites recomendados. Estos hallazgos coinciden con las evaluaciones de la OMS y comités científicos como el propio CCARS en España, que también sostienen que no se ha demostrado un riesgo para la salud humana por las radiofrecuencias en niveles normales.
Pese a la tranquilidad general, los científicos en BioEM 2025 insistieron en seguir investigando con rigor. Algunas ponencias exploraron posibles efectos biológicos sutiles—por ejemplo, se discutieron estudios sobre pequeños incrementos de temperatura en la piel al exponerla a frecuencias cercanas a 6 GHz y cómo la circulación sanguínea compensa ese calor—. Aunque estas reacciones fisiológicas inmediatas fueron mínimas y dentro de la respuesta normal del cuerpo, su investigación ayuda a comprender mejor los mecanismos de interacción entre campos electromagnéticos y organismos vivos. En resumen, el congreso confirmó que bajo las condiciones cotidianas no se han detectado daños a la salud, al mismo tiempo que alentó a la vigilancia científica continua conforme avanzan las tecnologías y aumenta la exposición acumulada de la población.
Participación del CCARS y aportaciones españolas
El primer trabajo de Alberto Nájera –realizado junto a Jesús González-Rubio, también de la UCLM y vocal del CCARS– actualizó la evaluación de la exposición a RF en un evento multitudinario: la Feria de Albacete 2023. Esta feria anual, con cientos de miles de visitantes diarios, sirvió como laboratorio real para medir si la concentración masiva de smartphones y antenas temporales eleva significativamente la radiación recibida por las personas.
El equipo del CCARS efectuó mediciones con un exposímetro personal (un dispositivo portátil que capta radiación en varias frecuencias) en distintos puntos del recinto ferial, comparando cuatro escenarios: durante la feria y tras su conclusión, y en ambos casos diferenciando entre condiciones normales y condiciones de tráfico 5G forzado. Para este último, utilizaron un teléfono 5G reproduciendo video en 8K de forma continua, simulando un uso intensivo de datos móviles.
Los resultados fueron ilustrativos, y se observó un ligero aumento de los niveles de campo electromagnético durante la feria en comparación con después, especialmente en algunas bandas de telefonía 4G (debido al gran número de móviles conectados). Sin embargo, incluso al forzar tráfico máximo en 5G, la contribución adicional fue marginal. La banda 5G específica medida prácticamente no mostró incrementos significativos, evidenciando que las redes de nueva generación gestionan eficientemente la congestión sin disparar la potencia de emisión. Ninguno de los niveles medidos se acercó remotamente a los límites de seguridad: el valor de pico registrado en la feria supuso apenas unas centésimas de porcentaje del nivel límite establecido por la ICNIRP.
En resumen, este estudio de campo aportó tranquilidad: incluso en uno de los entornos de mayor densidad de usuarios y antenas, la exposición del público se mantuvo muy baja y controlada. Como apuntó el propio Nájera, el gran número de antenas desplegadas no implica más riesgo, sino mejor cobertura para los usuarios, y las mediciones confirman que la presencia de más antenas pequeñas puede ser beneficiosa al reducir la potencia necesaria de cada una.
El segundo trabajo presentado por el equipo de Nájera, en colaboración con investigadores de la Universidad Politécnica de Valencia, como Concepción García-Pardo, se centró en comparar la exposición real vs. la teórica máxima en redes 5G comerciales. Para ello realizaron un estudio pionero en Valencia, midiendo con detalle la radiación en 16 ubicaciones estratégicas del campus universitario y sus alrededores.
Las mediciones in situ captaron la potencia “instantánea” que efectivamente reciben las personas en distintos momentos: desde condiciones de bajo uso (horas de poca actividad) hasta picos de alta demanda (simulados mediante intensa transferencia de datos y horarios de máxima afluencia). Paralelamente, el equipo calculó la exposición máxima teórica posible empleando métodos de dosimetría “code-selectiva”, que estiman el nivel que habría si las antenas emitiesen a plena capacidad en todas las frecuencias.
Esta doble aproximación —lo real frente a lo hipotético máximo— permitió evaluar cuánto margen de seguridad existe en la práctica. Los hallazgos fueron muy claros, concluyendo que incluso en escenarios de demanda máxima simulada, la exposición medida permaneció muy por debajo de los límites sanitarios. Las estimaciones teóricas de peor caso, naturalmente más altas que las mediciones reales, también se mantenían dentro de márgenes seguros, indicando que aun en condiciones extremas las redes 5G cumplen holgadamente con la normativa de protección.
Además, como novedad metodológica, los investigadores emplearon sistemas de información geográfica (GIS) para trazar mapas precisos de la distribución de la intensidad de campo en el área estudiada. Estos mapas de calor muestran de forma visual cómo varía (mínimamente) la exposición en diferentes puntos, proporcionando una herramienta útil para comunicar al público dónde están los niveles más altos o más bajos y, en este caso, evidenciando que ningún punto “caliente” supera los umbrales preocupantes.
La aportación de este trabajo reside en ofrecer un marco integral de evaluación que combina medición directa, extrapolación teórica y análisis espacial. Sus conclusiones refuerzan la noción de que la infraestructura 5G está operando de forma segura, a la vez que proponen nuevas formas de transparencia: integrar mapas y datos abiertos que ayuden a informar a autoridades y ciudadanos sobre las verdaderas exposiciones en su entorno.
Aplicaciones y riesgos en la vida cotidiana
El BioEM 2025 dedicó espacio a cómo todos estos hallazgos se traducen en la vida cotidiana y la percepción pública de las radiofrecuencias. En nuestro día a día convivimos con innumerables fuentes de campos electromagnéticos: antenas de telecomunicación en tejados, routers WiFi en casa, teléfonos móviles en el bolsillo, dispositivos Bluetooth, hornos microondas e incluso aplicaciones médicas como resonancias magnéticas o marcapasos. Una pregunta recurrente –y que motiva en gran medida estos congresos– es si toda esta “sopa” de ondas en la que vivimos tiene algún efecto nocivo acumulativo. Los expertos reunidos en Rennes explicaron que, de acuerdo con la evidencia actual, bajo condiciones normales no hay motivos para alarmarse.
Las redes 5G, protagonista reciente de debates públicos, fueron objeto de múltiples estudios presentados que confirman que sus emisiones están bien controladas. Se enfatizó que los estándares internacionales vigentes (basados en décadas de investigación) incluyen amplios márgenes de seguridad precisamente para cubrir cualquier incertidumbre, y los niveles típicos de exposición diaria suelen ser miles de veces inferiores a esos límites conservadores.
Aun así, los científicos son conscientes de que la percepción de riesgo en la población no siempre se alinea con la tranquilidad que ofrecen los datos. Por ello, un tema importante fue la comunicación científica, es decir, cómo transmitir estos resultados de forma clara y transparente. Iniciativas como la elaboración de mapas de exposición comprensibles para el público, sesiones informativas con comunidades locales y colaboración con los medios de comunicación fueron discutidas como vías para educar y tranquilizar.
De hecho, organizaciones como el CCARS en España juegan un papel activo en este frente, participando en jornadas ciudadanas y respondiendo dudas sobre antenas y salud, y la divulgación cercana fue reconocida como parte esencial para acompañar el despliegue de nuevas tecnologías (como el 5G y futuros 6G) y desmitificar creencias infundadas.
Por otra parte, BioEM 2025 recordó que las ondas electromagnéticas no son solo un posible riesgo a gestionar, sino también una herramienta con aplicaciones positivas. En diferentes sesiones se presentaron avances en el uso de campos electromagnéticos para mejorar la medicina y la tecnología a través de técnicas de electroporación para tratamientos oncológicos, dispositivos de estimulación cerebral no invasiva para trastornos neurológicos, o nuevas formas de aprovechar frecuencias milimétricas en sensores biomédicos. Estos ejemplos resaltaron cómo el mismo fenómeno físico –las ondas de radio o microondas– puede ser aprovechado para curar y mejorar vidas cuando se emplea adecuadamente. Así, en la vida cotidiana, además de rodearnos de señales inalámbricas para comunicarnos, empezamos a ver aplicaciones de las RF en campos tan diversos como la salud, la seguridad en el trabajo o la protección del medioambiente .
En conclusión, el BioEM 2025 en Rennes deja un balance positivo y recogió los principales hallazgos científicos que refuerzan la seguridad de las radiofrecuencias en las condiciones habituales de uso, al mismo tiempo que las comunidades investigadoras mantienen la guardia alta para detectar cualquier posible efecto sutil a largo plazo.
Además, la participación española, a través del CCARS y la UCLM, aportó datos locales valiosos que corroboran esas conclusiones y ofrecen nuevas herramientas para medir y comunicar las exposiciones reales. Finalmente, el congreso subrayó la importancia de acercar la ciencia a la sociedad, despejando dudas, basando las decisiones en evidencias y siguiendo innovando tanto en el estudio de riesgos como en las múltiples aplicaciones beneficiosas de las ondas electromagnéticas en nuestra vida diaria.
Por último, BioEM 2025 cerró con la mirada puesta en el futuro: con más colaboración internacional, nuevas tecnologías en el horizonte y el compromiso de que el desarrollo tecnológico vaya siempre de la mano de la seguridad y la transparencia para el público.