En Maldita Ciencia ya habían explicado por qué los campos electromagnéticos, en general o la tecnología 5G, en particular, no están relacionados con el origen, la propagación o los síntomas de la COVID-19, como defienden diferentes miembros del sector negacionista de la pandemia.
Según señalaba Alberto Nájera, profesor de la Universidad de Castilla-La Mancha y vocal del Comité Científico Asesor en Radiofrecuencias y Salud (CCARS), a Maldita Ciencia, “afirmar que existe una relación entre campos electromagnéticos y la COVID-19 supone pegar varias patadas a la Física y a la Biología, pasando por la Fisiología y la Medicina, pero también por la Historia”. El experto añadía que los campos electromagnéticos utilizados en telecomunicaciones no tienen capacidad de producir efectos biológicos sobre el ser humano a los niveles habituales de exposición.
La desinformación y las teorías conspirativas sobre el tema están incidiendo incluso en el bolsillo de quienes asumen como verdaderas estas afirmaciones que, como repetimos, no tienen nada que ver con lo que las evidencias científicas sostienen. Podemos comprobarlo en el aumento de la venta de las Jaulas de Faraday: cajas metálicas que supuestamente protegen de esas radiaciones .
Aprovechando las teorías de la conspiración que relacionan la exposición a campos electromagnéticos con diferentes cuadros de síntomas, entre ellos los propios de la COVID-19, varias empresas se están lucrando a través de la venta de estos dispositivos “para proteger los routers” y con ello “evitar la exposición a la WiFi y a la 5G”.
Aunque las jaulas de Faraday son útiles en algunos utensilios, como en los hornos de microondas, según Nájera, son innecesarias para “evitar las consecuencias de los campos electromagnéticos en nuestro organismo” o “los síntomas de la COVID-19”, ya que, repetimos estos de ninguna manera interfieren en nuestra salud a los niveles de exposición a los que se encuentran y no tienen ninguna relación con el SARS-CoV-2.
Qué es en realidad una Jaula de Faraday, cómo funciona y en qué casos es útil
¿Es realmente posible aislarse de la electricidad, de los campos magnéticos o de las radiaciones electromagnéticas? La respuesta la dio en el siglo XIX Michael Faraday, quien observó que podía utilizar un material conductor para aislarse de estos campos electromagnéticos. “La razón: en su interior, el campo sería nulo”, aclara el vocal de CCARS, quien añade que estas sirven y se usan para proteger elementos electrónicos de descargas eléctricas.
Esto es lo que ha hecho de la jaula de Faraday un elemento útil presente en muchas situaciones cotidianas. Sin ir más lejos, el microondas de casa. “Es metálico pero, en la puerta, tiene una malla con agujeritos que impiden que la radiación salga de él, de esta jaula de Faraday (en este caso, lo que queremos es proteger el exterior, pero nos permiten ver cómo se cocinan los alimentos)”, explica Nájera.
“Muchos dispositivos que empleamos en nuestra vida cotidiana están provistos de una jaula de Faraday: los microondas, escáneres, cables, etc. Otros dispositivos, sin estar provistos de una jaula de Faraday actúan como tal: los ascensores, los coches, los aviones, etc.”; explican Teresa Martín Blas y Ana Serrano Fernández, profesoras en la Escuela Técnica Superior de Ingeniería de Montes, Forestal y de Medio Natural de la Universidad Politécnica de Madrid.
Nájera cita más ejemplos: “Seguro que hemos comprado algún componente electrónico que venía en una bolsa con cierto brillo plateado, es otra jaula de Faraday que los protege, por ejemplo, de la electricidad estática (esos chispazos que soltamos a veces y de los que hablamos en Maldita Ciencia)”.
Estos utensilios permiten apantallar los campos electromagnéticos (esos que no van a acarrear ninguna consecuencia biológica en nuestro organismo). El vocal de CCARS propone un experimento sencillo para comprobar las consecuencias del uso de este tipo de herramientas: meter un móvil en el microondas (¡sin poner en marcha este último!). Haciéndolo, podemos observar cómo se reduce o incluso se pierde su cobertura, al igual que si lo envolvemos en papel de aluminio.
Ahora bien, conseguir el objetivo en su totalidad no es moco de pavo. “Aislar perfectamente todos los campos electromagnéticos es complicado. Como referencia, una jaula de Faraday de uso científico que aísle de radiofrecuencias (FM, TV, móviles, WiFi, etc.) de un metro cúbico puede costar alrededor de 20.000 €”, indica Nájera y añade que, si lo que queremos es crear interferencias en la señal del móvil, bastará con un papel de aluminio.
“Se venden toda clase de dispositivos absurdos que prometen protegernos de la radiación cuando, insisto, no es necesario”. Entre ellos, pueden encontrarse desde pegatinas de papel, generalmente plateadas y brillantes y que no tienen ningún efecto (para que la jaula de Faraday funcione, debe estar cerrada), hasta memorias USB que, en teoría, crearían este tipo de efecto al insertarlas en nuestro ordenador”. Los precios oscilan desde cantidades modestas a los miles de euros y presentan un factor común, según Nájera: son una estafa.
“El truco es inteligente: las jaulas de Faraday se venden a precios bastante absurdos para ser cajas de metal (generalmente entre 70 y 100 dólares en Amazon), lo que significa que los vendedores probablemente obtengan una ganancia considerable”, explica Chaim Gartenberg, editor de The Verge en el propio medio.
“Han surgido muchos charlatanes dispuestos a aprovechar el miedo a las radiaciones para ganar dinero. De ahí que se haya extendido la venta de fundas para móviles y jaulas para los routers WiFi de casa”, apunta Nájera. La razón, según el experto, es que “el miedo a las radiaciones vende”. “Es evidente que hay muchos intereses en que la gente las tema, aunque no se haya demostrado que, a los niveles habituales de exposición, estas produzcan ningún efecto sobre la salud humana”, señala Nájera. Con respecto a la venta de utensilios que alardean de apantallar la señales o el 5G, es decir, proteger de ellas, entre otros, Nájera indica que hay un interés claro: hacerse ricos. “Son inútiles y, sobre todo, innecesarias”.
Cómo actuaría una jaula de Faraday en móviles o routers
En el caso de los teléfonos móviles, por ejemplo, las fundas que presumen de ser capaces de apantallarlos sí lo hacen (en parte), al usar telas con fibras metálicas. Esto lo que consigue es aislar el terminal, que le llegue menos señal y, por tanto, pierda la cobertura.
En estos casos, como explica Nájera, al percibir que la antena está más lejos o menos accesible de lo que debería, lo que hace el aparato es incrementar su intensidad. ¿La consecuencia? Que reduce su batería sustancialmente o se pierde la posibilidad de comunicación (quedaremos ilocalizables). Todo aquel que haya estado en un lugar con poca cobertura, como en medio del campo o lugar remoto, puede dar fe de ello. “Si queremos quitar esa radiación, insisto, inocua, podemos ponerlo en ‘modo avión’ y ya está”, puntualiza el experto.
En el caso de las WiFi el efecto es “más divertido”, en palabras de Nájera: "será como meter el router en el microondas: perderemos cobertura en la casa, obligando a todos los dispositivos a incrementar la radiación, consumiendo más energía y limitando su capacidad de comunicación".
“Es sorprendente, porque muchos vendedores indican que esto no pasa, lo que contradice su capacidad de aislamiento. Por tanto, es fácil encontrar al charlatán o al estafador. Muchas personas se han lanzado a comprar estas jaulas y luego se quejan de esta pérdida de cobertura. Al reducir la intensidad del router, es posible que provoquemos el efecto contrario, incrementando la del resto de dispositivos; además de interferir en la calidad de la señal y, por tanto, del servicio”.
Nájera concluye insistiendo en que no hace falta que evitemos la tecnología 5G ni los campos electromagnéticos. Las jaulas de Faraday no son necesarias para evitar problemas de salud: no existe peligro a los niveles habituales.
* Este artículo es una colaboración mensual entre Maldita Ciencia y el Comité Científico Asesor en Radiofrecuencias y Salud.