Nos habéis preguntado por un post de Facebook que dice que "el 5G es una frecuencia que absorbe el oxígeno allá por donde penetra". Para sostener esta afirmación, incluye una captura de pantalla de una disposición general del Boletín Oficial del Estado (BOE), en una de cuyas tablas (Anexo I) se puede leer que "debido a la gran absorción del oxígeno, se reducen los requisitos de planificación de frecuencias en esta banda". La captura del BOE es real (aquí puedes consultar la disposición general completa) pero se refiere a una frecuencia (60 GHz) que no es utilizada por las redes 5G, que serán las de 700MHz, las que ya utiliza la Televisión Digital Terrestre o TDT).
La captura de pantalla sí es del BOE, pero la frase no se refiere al 5G
Es cierto que la imagen que incluye el post de Facebook es una captura de una resolución publicada en el BOE; sin embargo, además de estar sacada de contexto, esta no trata sobre la tecnología 5G.
Lo primero que aclara a Maldita Ciencia Alberto Nájera, profesor de la Universidad de Castilla-La Mancha y vocal del CCARS, es que la frecuencia a la que se refiere la publicación, la banda de 60 GHz no se corresponde con las del 5G, que son las que aparecen en la tabla inferior: las de 700 MHz, la misma que la usada actualmente para la difusión de la Televisión Digital Terrestre; la que están desplegando, por ejemplo, empresas como Vodafone o Movistar de 3,5 GHz, y la última, que aún no se ha subastado, de 26 GHz, que seguiría estando lejos de esos 60 GHz de los que habla el post.
"El documento se refiere a radioenlaces: esas antenas pequeñas y redondas, con forma de tambor, que suele haber en los mástiles de las estaciones de telefonía móvil, pero no son 5G", explica Nájera. "Estos radioenlaces permiten que las estaciones se comuniquen entre ellas y con las centrales de comunicación, concentrando la señal a través de una especie de tubo, pero no sirven para dar cobertura ni irradian hacia los edificios o las personas", añade el experto.
"Ni el 5G ni otras radiofrecuencias similares 'absorben' el oxígeno ni interfieren en el metabolismo de la hemoglobina de manera perjudicial y tampoco 'rompen' el flujo habitual de oxígeno en la sangre ni producen shock respiratorio o hipoxia cerebral [como afirma el post de Facebook]", explica a Maldita Ciencia Francisco Vargas, médico - epidemiólogo y director científico del Comité Científico Asesor en Radiofrecuencias y Salud (CCARS). "El Gobierno de España no reconoce en ninguna publicación técnica, legal, científica o sanitaria estas ideas irracionales y disparatadas sin ningún fundamento científico", añade.
No son las ondas de radio las que afectan a la cantidad de oxígeno disponible, sino al revés: el oxígeno atenúa la intensidad de las señales
Según explica a Maldita Ciencia el Colegio Oficial de Ingenieros de Telecomunicación (COIT), "en función de la banda de frecuencias, existen fenómenos que afectan a la transmisión de las señales (ondas radio)". Entre estos factores atenuantes se encuentran, por ejemplo, la distancia, el ruido (que las degrada y distorsiona), la absorción atmosférica, inclemencias meteorológicas...
En las frecuencias citadas en la Resolución, las ondas no sólo se atenúan con estos factores. "La intensidad de su señal también disminuye por los gases atmosféricos, fundamentalmente el oxígeno", explica el COIT. A esto es a lo que realmente se refiere en realidad el Anexo del BOE donde se hace referencia a la "absorción de oxígeno".
Además, la afirmación sobre la que se centra la publicación por la que nos habéis preguntado ("debido a la gran absorción de oxígeno, se reducen los requisitos de planificación de frecuencias en esta banda") no solo está sacada de contexto, también está alterada gramaticalmente: dice "de oxígeno", cuando en el BOE dice "del oxígeno".
No hay evidencias de que el 5G cause problema alguno en la salud (tampoco hipoxia cerebral)
A día de hoy, no hay evidencias ni se han encontrado pruebas de que este tipo de ondas pueda repercutir en nuestro organismo. "En junio de 2019 (dos meses después del lanzamiento), Corea del Sur, el primer país en implantar la 5G, contaba con un millón de usuarios", exponía Nájera y añadía que, por el momento, no se ha reportado efecto alguno sobre la población.
"Las causas de hipoxia cerebral (la falta de suministro de oxígeno al cerebro), están claramente establecidas y son bien conocidas en el ámbito de la Medicina. En ningún texto de Medicina Interna, Fisiología Médica, Patología o Bioquímica se cita esta idea tan absurda e irracional", apunta Vargas.
El experto añade que la afirmación hecha a partir de la información del BOE, (si no se ha verificado antes el contexto de los mecanismos físico-químicos que influyen en atenuación de las ondas electromagnéticas) es simplista y la califica como "una falacia" que concluye algo sin ninguna evidencia científica.
Habitualmente estamos expuestos a ondas electromagnéticas naturales (luz visible, ultravioleta, campo magnético natural, infrarrojas, etc.) y artificiales (radio, televisión, WiFi, telefonía, etc.). "Conocemos los efectos que provocan en el cuerpo humano", recuerda Vargas. "Sabemos perfectamente los niveles admisibles de exposición que son seguros y han sido establecidos por las organizaciones y agencias internacionales (OMS-ICNIRP, IEEE, FDA)".
En Maldita Ciencia ya explicamos que la radiación debe estar siempre por debajo de los límites internacionales de seguridad establecidos por la Comisión Internacional de Protección de Radiación no Ionizante (ICNIRP, por sus siglas en inglés). Por otra parte, y con respecto a su regulación, también el Instituto de Ingeniería Eléctrica y Electrónica (IEEE, por sus siglas en inglés) ha publicado una actualización en la que esta no ha cambiado con respecto a la del 3G y 4G.
Además, Nájera recuerda que la penetración de la 5G en el cuerpo (milímetros) es menor que la de las tecnologías anteriores (centímetros) a mayor frecuencia. "La capacidad de entrar en nuestro cuerpo es menor, la piel actúa como pantalla, es decir, los posibles efectos de calentamiento se quedan en superficie", explicaba el experto.
*** Este artículo es una colaboración mensual entre Maldita Ciencia y el Comité Científico Asesor en Radiofrecuencias y Salud.