Ni el 8 de noviembre ni en ningún otro momento del año: no es necesario celebrar un día mundial sin wifi para sensibilizar sobre los supuestos perjuicios que supondría este tipo de radiación para el organismo porque el wifi no afecta a nuestra salud. Tras décadas de estudios, no se ha descubierto mecanismo biológico alguno por el que estas redes pudieran hacerlo, y el único efecto biológico que pueden tener las radiaciones electromagnéticas que forman las señales de wifi es que pueden calentar ligeramente los tejidos. Y decimos ‘ligeramente’ porque, en el caso del wifi concretamente y a los niveles a los que estamos expuestos, este posible aumento de temperatura no es en absoluto significativo: recuerda que las redes wifi trabajan muy por debajo de los niveles en los que esos efectos térmicos serían apreciables.
Pero, volviendo al ‘no-aniversario’ que nos trae hoy aquí, ni la Organización de las Naciones Unidas (ONU) ni ninguna otra institución oficial ha establecido un ‘día mundial sin wifi’. De hecho, se sabe bastante poco del grupo que lo reclama y promociona desde 2016, la Federación Ambientalista Internacional.
La supuesta federación advierte de que los riesgos del wifi han sido demostrados por decenas de estudios, lo que es “simple y llanamente mentira”, como señala en su blog el periodista Luis Alfonso Gámez. Como decíamos, no hay ninguna evidencia de que las ondas wifi sean nocivas para la salud. Ese es el consenso científico, basado en la evidencia teórica y experimental acumulada.
Una de las herramientas de las que disponen los investigadores para comparar trabajos y sacar conclusiones robustas son las revisiones sistemáticas y los metaanálisis, estudios de estudios que deben cumplir unos estrictos criterios para poder ser publicados.
“En los últimos años, muchos científicos hemos realizado estudios para evaluar la exposición personal a estos campos electromagnéticos de radiofrecuencia, que así es como se llaman esas radiaciones”, explica Alberto Nájera, profesor de la Universidad de Castilla-La Mancha y vocal del Comité Científico Asesor en Radiofrecuencias y Salud (CCARS) en este artículo de The Conversation. “Contamos ya con varias revisiones sistemáticas que han analizado muchos de esos estudios. Las más recientes fueron publicadas en 2018 y 2019, y juntas suman 47 estudios independientes que nos proporcionan esa fortaleza y homogeneidad que buscamos”.
Los resultados a los que apuntan ambos estudios muestran que la exposición a la wifi supone alrededor del 10 % de la exposición a ondas electromagnéticas total y que los niveles habituales están muy por debajo de los valores establecidos por la Comisión Internacional para la Protección ante Radiaciones no Ionizantes (ICNIRP, por sus siglas en inglés).
Pero, ¿por qué nos preocupa tanto este tema y sigue habiendo gente que dice verse afectada por este tipo de radiaciones? “Sin entrar a evaluar los intereses que ciertas empresas y supuestos expertos tienen en seguir promocionando el miedo, la ciencia también lo ha estudiado”, continúa Nájera.
Por ejemplo, este estudio a doble ciego (investigaciones en las que ni los investigadores ni los participantes conocen el origen de la muestra o el tratamiento, para no influir en los resultados) demostró que las expectativas negativas de la exposición al wifi fomentan la aparición de síntomas ilusorios provocados, a su vez, por la alteración del criterio de decisión sobre qué puede o no ser peligroso. "A veces, como también ha demostrado la ciencia, condicionados por la información que recibimos a través de los medios de comunicación”, afirma el experto. “A lo mejor, promover un supuesto ‘día mundial’ contra el wifi busca alimentar cuestionables, pero seguramente lucrativos, negocios sin base científica”, concluye.
* Este artículo es una colaboración mensual entre Maldita Ciencia y el Comité Científico Asesor en Radiofrecuencias y Salud (CCARS).