Reproducimos, por su interés, un artículo publicado por la plataforma de verificación Newtral, que recoge las opiniones del miembro del CCARS Alberto Nájera, en relación con las falsedades de una infografía que vincula las radiaciones de alta frecuencia con la Covid-19 persistente.

Circula en las redes sociales una infografía en la que se vinculan "las radiaciones electromagnéticas de alta frecuencia" con la denominada COVID-19 persistente. Bajo el título "Esquema-Resumen: Origen de la nueva enfermedad COVID-19 y causa del COVID-19 persistente", este gráfico replica varias de las falsedades que ya hemos desmentido acerca de las inexistentes relacionesentre el 5G −y las radiaciones electromagnéticas en general− y la enfermedad provocada por el coronavirus SARS-CoV-2

La infografía está acompañada por un texto en el que se indica que "todos los síntomas que se adjudican a la supuesta cronicidad del COVID-19 persistente son los síntomas inequívocos de la exposición prolongada de esas personas a radiaciones electromagnéticas de alta frecuencia (HF)".

En virtud de esto, el mensaje recomienda «alejarse de las antenas propagadoras de radiación” y asegura que “con esto se conseguirá la remisión de los síntomas en un corto espacio de tiempo».

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Si bien no se menciona explícitamente el 5G en todos los casos, la infografía y el texto que la acompañan abonan las teorías conspirativas que aseguran que la COVID-19 es producida por radiaciones electromagnéticas o factores ambientales y no por un virus.

En ese sentido, el mensaje viral plantea que «la radiación electromagnética de Alta Frecuencia (HF) daña la estructura celular del organismo por exposición prolongada». Y añade que, como consecuencia de esto, «el sistema inmunológico se activa liberando citoquinas que reconocen patógenas a células propias, ahora enfermas por la radiación».

Luego, el texto viral habla de la conocida como «tormenta de citoquinas» e indica: «En sistemas inmunodeprimidos y debido a la continua radiación, crece la proliferación de células enfermas y con ello, el número de citoquinas produciendo la famosa ‘tormenta de citoquinas’ que termina por colapsar el sistema inmune con pronóstico fatal».

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Por último, se asocia esto con la COVID-19 persistente al afirmar lo siguiente: «En sistemas inmunológicamente fortalecidos (personas jóvenes y sin patologías previas), las citocinas controlan las células patógenas a consecuencia de la radiación HF por mecanismos inmunitarios varios, pero como consecuencia de la radiación electromagnética constante se provoca una sintomatología propia de la exposición a campos electromagnéticos de alta frecuencia que ahora se ha hecho llamar ‘COVID-19 PERSISTENTE'».

Sin embargo, tanto la infografía como el texto contienen numerosas falsedades. El profesor y doctor del área de Radiología y Medicina Física de la Universidad de Castilla-La Mancha Alberto Nájera López señala a Newtral que es «otra infografía que intenta vincular COVID y radiaciones sin ningún sentido». También la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha rechazado estas falsas teorías en diferentes ocasiones. Te lo explicamos.

La COVID-19 no se propaga por ondas electromagnéticas

Estos mensajes, en primer lugar, parten de la falsa idea de que el origen o la propagación de la COVID-19 guardan relación con las radiaciones electromagnéticas, algo que ya hemos desmentido en diversos bulos sobre el 5G.

El virus se propaga fundamentalmente a través de las minúsculas gotas generadas cuando una persona infectada tose, estornuda o habla. También es posible infectarse si se toca una superficie contaminada y posteriormente se lleva uno la mano a los ojos, la boca o la nariz. Así lo recoge la OMS en sus ‘Consejos para la población acerca de los rumores sobre el nuevo coronavirus (2019-nCoV)‘, actualizados al 23 de noviembre.

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«Los virus no se desplazan por las ondas electromagnéticas ni las redes de telefonía móvil. La COVID-19 se está propagando en numerosos países en los que no existe una red 5G», indica la organización.

La diferencia entre radiación ionizante y no ionizante

Por otro lado, ni la infografía ni el texto viral aclaran a qué se refieren con radiaciones de alta frecuencia, las cuales pueden ser ionizantes o no ionizantes. Como hemos explicado, la radiación ionizante sí puede ser peligrosa, pero no existe evidencia científica de que la radiación no ionizante tenga algún efecto perjudicial en nuestra salud en sus niveles habituales, como explica la American Cancer Society

Las ondas electromagnéticas que emiten los microondas, la televisión, los teléfonos móviles o la propia luz visible, son formas de radiación no ionizante. Las radiaciones ionizantes, en cambio, provienen de fuentes que no forman parte del hogar como los rayos X o la energía nuclear, tal como indica la OMS, y pueden ser peligrosas si se está expuesto en dosis no controladas.

«Dentro del espectro electromagnético, alta frecuencia puede referirse a muchas cosas. Si hablamos de telecomunicaciones, esa radiación es no ionizante», indica Nájera López. «A los niveles habituales de exposición o intensidad no se han demostrado efectos en humanos (de la radiación no ionizante). Otra cosa sería que nos metiéramos en un microondas, donde esa intensidad es un millón de veces superior», afirma el profesor Radiología y Medicina Física de la Universidad de Castilla-La Mancha.

«Obvian esta variable, fundamental a la hora de hablar de efectos. No es cuestión solo de tiempo de exposición y de distancia como indican, sino fundamentalmente de intensidad. Muchos estudios y revisiones de estudios han mostrado que los niveles habituales en humanos están muy por debajo de los límites que establece la agencia de referencia ICNIRP (Comisión Internacional de Protección de Radiación no Ionizante), que ya de por sí tienen un margen de seguridad importante», agrega el especialista. «La radiación en casa está entre 10.000 y 100.000 veces por debajo de los límites ICNIRP".

Las células no enferman por la radiación no ionizante

Según Nájera López, es falso que las células enfermen o sufran daños por la radiación no ionizante. «Al hecho de que la intensidad es muy baja se suma que la capacidad de penetración de estas radiaciones es extremadamente baja. Por tanto, la capacidad de provocar algún efecto en el interior del cuerpo humano es inapreciable», afirma.

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La OMS, en tanto, indica que las ondas de radiofrecuencia que emiten las antenas de telefonía móvil «no pueden escindir los enlaces químicos ni causar ionización en el cuerpo humano».

La tormenta de citoquinas no guarda relación con la radiación del ambiente

También es falso que la radiación del ambiente guarde relación con la conocida como «tormenta de citoquinas», un cuadro que se presenta en algunos casos graves de COVID-19.

Según explicó a Newtral.es la investigadora Anna Planas, del Instituto de Biomedicina de Barcelona, «la tormenta de citoquinas es una reacción de nuestro organismo que funciona como un arma para luchar contra las infecciones».

«El problema es que si estas citoquinas —pequeñas proteínas secretadas por las células— se producen en exceso, la reacción puede provocar inflamaciones o dañar al tejido del organismo», agrega. «Es el virus, en este caso el coronavirus, el que la provoca».

Najera López, por su lado, indica que la tormenta de citoquinas «es una respuesta exacerbada del sistema inmunitario» y asegura que no se relaciona con la radiación.

«No sabemos a qué se debe, pero el caso es que esa respuesta inmune no tiene nada que ver con la radiación del ambiente, que como indicamos ni tiene intensidad ni capacidad de penetración ni mucho menos efectos sobre esto. Si fuera así, el coronavirus sería uno más de los miles que estarían aprovechándose de esta falsa relación», afirma.

¿Qué es la COVID-19 persistente?

Como explicamos en este artículo, en la actualidad sigue sin existir una definición científica para el fenómeno denominado como COVID-19 persistente. A pesar de ello en España la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia (SEMG) describe el COVID-19 persistente como «el complejo sintomático multiorgánico que afecta a aquellos pacientes que han padecido la COVID-19 (con diagnóstico confirmado o sin él) y que permanecen con sintomatología tras la considerada fase aguda de la enfermedad, persistiendo los mismos en el tiempo».

«El COVID-19 Persistente o Long Covid, no deja de ser una etiqueta diagnóstica de una identificación de un grupo de pacientes, algo que se han autodenominado los propios pacientes», explica Pilar Rodríguez, responsable de investigación de la SEMG.

No obstante, añade la experta, «parece que una vez que el virus supera la fase aguda es como si pusiera en marcha una cascada inflamatoria que hace que se perpetúen los síntomas generales, o de origen neurológico», como cefaleas, cardiacos, otorrinos, ocular, digestivo, etc. «Son variadísimos, de casi cualquier órgano de nuestro cuerpo», asegura.

Resumen

Resumiendo lo expuesto, es falso que «las radiaciones electromagnéticas de alta frecuencia» guarden relación con la COVID-19 o con lo que se conoce como COVID-19 persistente. Como señala la OMS y ya hemos desmentido en diferentes bulos sobre el 5G, los virus no se desplazan por las ondas electromagnéticas. También es falso que la radiación del ambiente sea la causa de la "tormenta de citoquinas".

Por otro lado, el bulo no distingue entre las radiaciones ionizantes y no ionizantes. Las primeras, que provienen de fuentes como los rayos X o la energía nuclear, pueden ser peligrosas si se está expuesto en dosis no controladas. En cambio, las radiaciones no ionizantes, que son las que emiten por ejemplo los microondas, la televisión o los teléfonos móviles, no producen daños en las células ni afectan nuestra salud.